360 grados agencia editorial

Una semana consecutiva con Uber

Pudiera parecer un lujo, sobre todo viviendo en un país donde las asociaciones de taxistas quieren hacer ilegal la aplicación, pero me di el chance de probar y ver qué pasaba… y la verdad es que lo disfruté. Aunque con un poco de dolor (mínimo) en mi tarjeta, saboreé las ventajas de ir en un carro —de decente a lujoso— justo a las horas pico del tráfico de esta ciudad. En realidad viajo distancias cortas, por lo que el proyecto fue más fácil también, en todo caso.

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Justamente, hace un par de semanas, lo probé por primera vez, cuando ya no pude aguantar más la agonía de estar esperando un metrobús que viniera un poco menos atestado a las casi 8 de la noche un jueves que no era quincena (simplemente, a veces no entiendo cómo funciona el tránsito y los medios de transporte en la ciudad de México… ¿¿a todas horas todos??) Entonces llegó un chico en una Mazda CX-S que no se tardó casi nada en llegar a donde yo estaba. Eso sí, no me ofreció botellita de agua ni nada más, pero fue amable. Y con eso me bastaba para por fin llegar a mi casa tranquila y sin la locura del transporte público.

Las siguientes veces fueron, casi todas, mejores: casi todos los choferes me han ofrecido agua o se bajan para abrirme la puerta; otros me han preguntado por el clima del coche y/o por la música. Algunos no han hecho nada de eso. Pero nunca he tenido ninguna mala experiencia, pues todos han sido gentiles. Un par, a lo mucho, fue un poco menos simpático y/o hablaba de más, pero nada que no pudiera manejar.

 

Yo, por mi parte, varias veces he aceptado el agua y alguna vez pedí cargador para mi celular, pero generalmente prefiero no hablar con ellos durante el camino. Y la mayoría lo entiende. Lo menos que he dado han sido tres estrellas. Y eso porque una vez la fortuna nos jugó una mala pasada: al llegar a mi casa, al intentar calificar al conductor, la aplicación aparecía trabada. No podía hacer nada incluso aunque reiniciara el teléfono… no salía de su ensimismamiento. Le llamé al chofer y me dijo que a él le pasaba lo mismo, que ya había mandado un mensaje a la plataforma y que de hecho estaba sin moverse. Me dijo que estaría ahí hasta que funcionara de nuevo. Por fin, después de unos minutos, volvió en sí, pero con la novedad de que me iban a cobrar más del doble de lo que generalmente me cobran. Por supuesto me irrité aún más y le volví a llamar al conductor. Me comentó que había vuelto a mandar otro mensaje y me recomendaba que yo también hiciera lo mismo. En realidad siempre se portó amable y con la mejor disposición. Por eso después me arrepentí de haberle puesto tres estrellas, pues finalmente no fue su culpa. Califiqué incluso mejor a otro que ni siquiera había sido tan simpático y considerado, y para colmo, cuyo coche no estaba tan bien.

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En fin, mandé el dichoso mensaje explicando la situación y luego me fui a hacer ejercicio para sacar todo el coraje y la frustración que me causan las experiencias en donde no tengo control de las cosas. Al regresar, vi que me habían hecho un reembolso por la cantidad excedente. Hice las paces con Uber.

Así pues, por el momento, no tengo ninguna intención de darme de baja y, efectivamente, con todo lo que tengan que decir en su contra, yo, definitivamente estoy a favor del tan difundido hashtag #UberSeQueda.