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Naked Lunch: literatura que va directo al torrente sanguíneo

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La vida del escritor estadounidense William S. Burroughs fue una acalorada y constante búsqueda de placer que, en más de una ocasión, lo orilló a extraviarse por la carretera de los excesos.

Por supuesto, esta inquietud quedó reflejada de manera formal en gran parte de su obra literaria; misma que ha pasado a la historia como un honesto retrato de la pasión humana y de sus apetitos transgresores.

Naked Lunch (1959) es, muy probablemente, la muestra más palpable e incontrovertible de dicho fenómeno.

Conjuntando delirantes efectismos de ciencia ficción con una narrativa semi-autobiográfica, esta obra nos introduce en un conjunto de memorables situaciones que destacan por su implacable halo creativo.

Mediante la confección de todo un universo ficcional habitado por personajes de diversa naturaleza, el autor nos muestra una amplia representación de los submundos marginales propios de mediados del Siglo XX.

La controversia y la transgresión se vuelven las principales herramientas de un Burroughs quien sumerge al lector en un discurso confidencial acerca de los clamores que rondan la mente de los individuos abiertamente anormales.

Una propuesta estilística que serviría de inspiración para múltiples autores posteriores como Chuck Palahniuk, Breat Easton Ellis e Irvine Welsh.

Sin embargo, independientemente de su corrosivo contenido, Naked Lunch es una novela que reivindica las posibilidades metafóricas y grandilocuentes del lenguaje anglosajón para presentarnos un complejo abanico de figuras retóricas el cual, por momentos, parece más emparentado con el realismo mágico latinoamericano que con la Generación Beat.

Mismo logro que hace de dicho texto una de las obras norteamericanas más importantes de todos los tiempos.